16 septiembre, 2008

Muerto el Rey, viva el Rey

Adiós amigos adiós, ahórrense el melodrama. Hubo tiempo de sobra para saberlo y procesarlo. C' est fini. Después de siete años Harry Potter tiró la escoba. Dejó atrás calderos mágicos y encantamientos varios (hasta que le toque grabar la última parte de la saga) y se dedica a seguir engrosando su cuenta bancaria. Aconsejado por sus padres, Daniel el terrible Radcliffe compra obras de arte, recibe propuestas de casamiento a diario de ardientes jovencitas y exhibe sin pudor su anatomía en las tablas londinenses y en Broadway con la obra Equus, donde el (ex) cándido mago encarna a un joven obsesionado sexualmente con los equinos. El muchacho intenta como puede despegarse de la imagen del mago de anteojitos Lennon y cicatriz en la frente. Lo cierto es que Daniel Radcliffe será Harry Potter por los siglos de los siglos. Amén. Mezcla de héroe épico y adolescente común que logró zafar de las garras del mago más tenebroso de la historia que asesinó a sus padres, vive y padece como un condenado el desarraigo emocional y espiritual necesario para volverse un personaje sufrido, casi dickensiano. Pero siempre que llovió, paró. Joanne Rowling, autora de la gallina de los huevos de oro, supo desde el primer libro de la saga cómo terminarían cada uno de sus personajes. Supo que el ciclo lectivo en Hogwarts, la Escuela de Magia y Hechicería, tendría una duración de 7 años. Dio su palabra y cumplió. Hora de entregar la llave del reino.

Stephenie Meyer, una señora aficionada a la escritura, graduada en Literatura Inglesa, afilaba sus colmillos y salivaba como perro de Pávlov con sólo pensar en la idea de encontrar al sucesor capaz de tomar la posta. Y un día la inspiración llegó. Sangrienta y onírica. El sueño se hizo realidad y se llamó Crepúsculo. La historia de amor entre Isabella Swan y el vampiro Edward Cullen fue - literalmente - soñada por Meyer una noche de verano, cuando todavía no podía imaginar que la fortuna estaba tocando a su puerta. La noche que le hizo jaque mate al Rey Potter.
Con tres libros de la saga de los vampiros Cullen ya publicados (Crepúsculo, Luna Nueva y Eclipse) y el cuarto que llegará a las librerías porteñas los primeros días de Octubre (Amanecer), la señora Meyer se puso la corona y agarró el cetro con fuerza por un buen tiempo. Guste o no, la novela ascendió a la controvertida categoría de best seller y para los que despuntaron el vicio, el vampirismo llegará a la pantalla grande. El chupasangre aspira conquistar a los fans del mago y por si fuera poco corre con ventaja para triunfar en la misión: Robert Pattinson, el actor que interpreta al vampiro enamorado, fue anteriormente Cedric Diggory: un mago bello y popular que muere en Harry Potter y el Cáliz de fuego. Sí, el mundo es un pañuelo.
Crepúsculo se inscribe dentro de aquellas historias de pueblo chico, infierno grande con los condimentos que eso conlleva, es decir, somos pocos y nos conocemos y los secretos no están para ser guardados, sino divulgados. La acción transcurre en Forks, un pueblito cercano a Seattle. Por supuesto casi siempre llueve. La lluvia ayuda a que todo se vuelva más dramático y romántico. El punto de partida se produce cuando Isabella Swan decide abandonar el nido materno e instalarse en casa de su padre, policía del lugar. Allí debe lidiar, entre otras cosas, con el rótulo de ser la nueva del colegio donde conocerá a Edward.
Isabella es insegura, torpe y escurridiza. Físicamente es una chica bastante común, odia hacer gimnasia y ama leer las novelas de Jane Austen. Edward es un vampiro típico: tímido, ojeroso y con dificultades para hacer amigos. Como casi todos los de su especie, Edward reniega de su naturaleza pero aprende a sobrellevar la cuestión tratando de causar el menor daño posible. Es un bon vivant, se viste bien, es culto, conduce un auto caro y escucha a Debussy. Se ríe de los famosos mitos atribuidos a los vampiros. En la novela de Meyer los vampiros no duermen en ataúdes, pueden salir con la luz del día sin quedar reducidos a cenizas, son insensibles al ajo y se alimentan de sangre animal. Están tan preocupados por el medioambiente que se concentran en zonas con superpoblación de depredadores para no hacer caza imprudente. Vampiros ecologistas que le dicen.

A Rowling le costó trabajo volver visceral a su niño mimado. Recién en la tercera parte, y con la dirección de Alfonso Cuarón, las aventuras de Harry se volvieron más herejes. En definitiva, hubo que recorrer un largo camino para ver la metamorfosis de Harry en un chico con sed de venganza. Por su parte, los vampiros de Meyer son bastante inofensivos y asexuados. Habrá que darle tiempo. Cinematográficamente Harry siempre cuenta con un elenco británico deluxe (Ralph Fiennes, Emma Thompson, Helena Bonham Carter, Gary Oldman) y con escenarios majestuosos. Esta vez habrá que esperar hasta las vacaciones de invierno de 2009 para ver la nueva rebelión adolescente. El famoso final que se partirá al medio (estrategia comercial a lo Kill Bill), llegará entre 2010 y 2011.
Mientras tanto, sin demasiada grandilocuencia y con actores nada o poco conocidos, los Cullen probarán suerte. A pesar de jugar en segunda, por el momento, sería conveniente que Harry, si no quiere sumar otra cicatriz, oculte la yugular porque en otra vida seguramente Harry y Edward fueron amigos pero en esta, no.