11 agosto, 2015

Amor a primera vista

Hace unos días un niño de 6 años de edad me preguntaba si creía en el amor a primera vista. Después de mi respuesta obvia (un rotundo si) lo gracioso de la situación fue su teoría. No sólo él no creía en el amor a primera vista sino que tenía a su entender sólidos fundamentos para sostener su posición. Para enamorarse tenía que conocer nombre y apellido de la persona, saber qué color, qué comida, qué libro y qué película eran sus favoritos y no se cuántas cosas más que tenía listadas. Más allá de la inocencia de su respuesta, el tema me dejó pensando. ¿Por qué cuando hablamos de amor a primera vista se piensa sólo en humanos? ¿Qué pasa cuando nos enamoramos a primera vista de un gato o un perro? 
Es algo difícil de explicar y no todos van a entenderlo. Tiene que ver con la magia, tal como nos enseñó nuestra maestra romántica Nora Ephron.
No importa si el gatito es todo blanco, gris, rubio o tricolor. No nos cambia demasiado conocer su peso, si tiene pelo largo o corto, si prefiere el atún antes que un poco de paté. Tampoco podemos saber si le encantará juguetear en esos rascadores geniales de dos pisos o preferirá afilar sus garras en el sillón. Son cosas que queremos descubrir junto a él o ella.
Hace unos meses, gracias a la difusión de las chicas de la protectora Gatitos de la Sarmiento conocí la historia de Lasagna, la gorda rubia fotogénica que hoy me lleva a hablar del amor a primera vista.
Lasagna tiene aproximadamente 4 años y medio. La castraron hace unos meses, pero después de salir de la anestesia dicen que seguía a puro grito. Unas semanas más tarde, la gorda volvió al quirófano y le extirparon un pedacito de ovario enquistado, pero la historia volvió a repetirse. Las chicas visitaron a varios veterinarios clínicos, inclusive un etólogo, y hasta probaron con un tratamiento hormonal. Ya con un nuevo cirujano a cargo se determinó la posibilidad que Lasagna tuviera más quistes y la gorda se bancó una nueva operación. Hoy está recuperada, goza de buena salud y es puro ronroneo y amor.
Hace poco más de una semana, gracias al llamado "Proyecto Lasagna, un hogar para la más linda, sociable y copada de todos" lanzado por la Protectora, la rubia consiguió adoptante. Ese día, como cada día que pasa, supe que ese amor a primera vista no iba a cambiar. A esa altura y después de tanta historia detrás ya amaba a Lasagna, hablaba de ella a todo aquel que conocía mi amor por los gatos. Pero sí, algo cambiaba. No podía mirar para otro lado y entonces lloré a la par de este clima húmedo de Agosto. Era un sentimiento extraño porque estaba contenta por la futura adopción, pero también la había imaginado corriendo en el living de casa entre mis otros amores peluditos, Plata y Brie. 

Foto Gatitos de la Sarmiento
Y como buena fan de la gorda y gracias a las chicas de la Prote, sobre todo a Barbie, una genia total que confió en mi y supo de mi amor a primera vista con Lasagna, la semana pasada fui de visita al salón, a decir Hola y Adiós, como la canción de Los Beatles. El día más lluvioso, más negro y húmedo sentí un sol tibio dentro de mi: conocí a la rubia y nada de lo que pueda decir acá le hace justicia. La besé y la abracé como en un tango. La "amasijé", le hablé y le dije cuánto me había encariñado con ella. También le pedí disculpas por haber llegado tarde. No me cansé de desearle una vida feliz y después de una extensa sesión de fotos para el recuerdo, también me despedí, ya sin lágrimas en los ojos, con mucha alegría de haber estado con ella.

En resumen, no importa el color de pelo ni cuál es su comida favorita. Hay gente y animales (o será al revés?) que nos emocionan y nos hacen sentir un amor incondicional e inabarcable. Se que siempre voy a sentir eso por Lasagna.
Y por eso le doy las gracias.

Ojalá todos encuentren un amor a primera vista como el nuestro.

Gracias a Barbie, Pao y Anahí por recibirme, escucharme y permitirme estar con Lasagna. Y gracias a mi familia, al vecinito y a mis amigas que me acompañaron.

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