16 agosto, 2016

10 buenas razones para ver: La boda de mi mejor amigo


Dedicado a Loli. Ella sabe por qué.


Las películas de bodas pueden ser un vicio, aún con sus clichés de siempre. Novios enamoradísimos, amigas de la novia que acompañan, amigos del novio que lamentan la pérdida de un macho de la manada, compromisos nupciales y muchas dudas que aparecen previo al happy end. Inseguridades, fobias, peleas. De repente, alguna de las partes involucradas parece olvidar cuándo y por qué tomó la decisión de aceptar por esposa/o a esa persona que tiene a su lado. La boda de mi mejor amigo tiene eso y un plus: una rompebodas. En esta película los tortolitos se adoran. La rompebodas, como su nombre lo indica, oficia de villana, quien siembra la duda, quien mete la cola, genera tensión y provoca el caos.
Aunque esta interpretación es sólo una posibilidad. La otra, es pensar y creer que cuando una mujer desea algo con todas sus fuerzas, no hay obstáculo que la detenga.

Julianne (Julia Roberts) y Michael (Dermot Mulroney) son amigos. Como todos los amigos, coleccionan anécdotas divertidas y momentos tristes. A pesar de sus trabajos y la distancia, saben que siempre podrán contar el uno con el otro. Michael toma la posta y contacta a su amiga para avisarle que se enamoró fuerte de Kimberly (Cameron Diaz) y decidió casarse con esa chica de buena familia capaz de acompañarlo hasta el fin del mundo, sólo que no puede hacerlo sin su amiga del alma, la única capaz de entender la locura romántica de un casamiento organizado en tiempo récord.
Julianne, celosa y posesiva, no está dispuesta a perder a su mejor amigo del que reconoce estar enamorada. Su objetivo será pasar las últimas horas de soltería con su amigo, evitar la unión y lograr que Michael se enamore de ella.

¿Todavía creen que las películas de bodas existen sólo para ver lindos vestidos?
Comprueben lo contrario y lean:

10 buenas razones para ver La boda de mi mejor amigo

  1. Julia Roberts. No importa qué tanto nos guste Julia Roberts, siempre fue y será glamorosa. Llamativa, de gracia natural, la Roberts tenía asegurado el primer lugar en este decálogo. Durante mucho tiempo fue una de las mejores actrices pagas. No se si seguirá manteniendo el podio, pero esa comodidad económica seguramente hizo que la estrella se retirara al rancho familiar en Texas y eligiera de manera exquisita su participación sólo en contados proyectos cinematográficos. Hoy, sacamos del arcón de los recuerdos a esa mujer graciosa y encantadora que supo ser en películas románticas como La boda de mi mejor amigo. Desde su metro ochenta y pico, y con esa cabellera despeinada, parece llevarse el mundo por delante. Julia nos conquista no sólo por ser Julia, sino porque se sabe villana y es divertida. No le va a llorar la carta a su mejor amigo. Al menos, no hasta el final. Viaja para acompañarlo en la previa al compromiso, para conocer a su rival, destruirla y quedarse con el novio. Es maquiavélica, y en su carrera por robarse al amigovio, termina lastimando a quien más quiere. A veces, como Julianne, pegamos manotazos de ahogado y nos terminamos hundiendo. Por suerte, como la protagonista de la película, somos capaces de salir a flote y aceptar lo que la vida nos tiene preparado. En La boda de mi mejor amigo Julia no sólo nos muestra el poder de seducción de las mujeres, sino también nos enseña a aceptar las derrotas. Es una amiga completa.
  2. Ruppert Everet. Es un caso extraño. Su elegancia y su carisma podrían haberle abierto más puertas. Sin embargo, su carrera cinematográfica fue fugaz. Una pena. En La boda... Ruppert es George, el mejor amigo gay de Jules. Es ese amigo capaz de tomar un avión sólo para hacer la reír, para intentar salvarle el pellejo, para darle el valor suficiente para encarar los problemas y también, la voz racional que le predica cómo terminarán las cosas, aunque a veces no nos guste escucharlo. 
  3. Cameron Díaz. La rubia Cameron puede ser avasallante para algunos y terriblemente aburrida para otros. Ustedes eligen de qué lado están. En La boda...es esa nena de papá capaz de seguir a su fidancé donde sea, al punto de postergarse. En este barrio no nos gusta esa imagen, posiblemente la de Julia tampoco sea la ideal, pero Cameron está al borde del ridículo. Por mencionar un ejemplo, y después de una seguidilla infernal de maldades, la rubia es tan linda, tan buena y tan rubia que es capaz de apuntar y tirar su ramo de novia a su peor enemiga! Hay muchas incoherencias y contradicciones en su personaje. Sin embargo, Cameron juega su rol y sale airosa. Para nosotras, ella representa esa clase de mujer que llamaríamos "mosquita muerta", la misma que se queda con el hombre que amamos. Por eso y por muchas cosas más, seguimos bancando a Julia.
  4. Escena del bar de langostas. La boda...tiene grandes escenas. Una de ellas trancurre en un bar de langostas e incluye, nuevamente, a Ruppert Everett. Como dije en la razón Nº 2, George viene a desdramatizar el asunto, a ponerle humor a los problemas y sí, también a robarle protagonismo y encanto a la Roberts. Él se las gana. En el bar de langostas, con la familia de la novia presente, es capaz de inventar una mentira más por su amiga y lograr que todos terminen coreando I say a little prayer. George es casi un hada madrina, un ángel de la guarda que aparece para alivianar los problemas.
  5. La banda de sonido. El soundtrack es lindo e incluye canciones como What the world needs now is love, I'll never fall in love again y You don't know me, pero el tema de Tony Bennet se gana todo el protagonismo. The way you look tonight es el tema que Julia baila con su amigo, la última tarde de soltería. El mismo tema que terminará bailando con su futura esposa. Sí, la vida también puede ser así de ingrata.
  6. Ésto también, pasará. Hay una escena en la que Julia sabe que la fregó. No hay retorno. En la soledad de un pasillo de hotel fuma en soledad, en un piso no apto para fumadores. Un empleado del hotel irrumpe en la escena y le indica que está transgrediendo las normas. Sin embargo, no sólo termina apiadándose de la villana, también prueba el cigarillo y le deja un consejo, una frase que su abuela le repetía cada vez que estaba atravesando un mal momento. Ésto también pasará, es la frase que hará sonreír tristemente a Julia. Cada vez que veo esta escena, evoco una famosa frase de William Shakespeare que aprendí en mi casa: Aún en los días más borrascosos, las horas y el tiempo pasan. Es como un mantra. No dejen de repetirlo. No es necesario que hagan maldades extremas como la Roberts. 
  7. Creme broule vs. gelatina. Hay comparaciones que mejor no hacer. La boda, entre otros aciertos, incluye un diálogo brillante entre Jules y Kimberly. Las cosas están mal. Kimberly no sabe qué hacer para recuperar a su novio a pocas horas de pasar por el altar y Jules, experta en crítica gastronómica, se le ocurre la metáfora de la creme broule y la gelatina. En su intento desesperado por quedarse con el novio, describe de manera exquisita al postre francés. La creme broule es suave, es dulce, es ese postre deseado que querés pedir en ese restaurante, es insoportablemente perfecta...es Kimberly. Sin embargo, no todo en la vida es como la creme broule. Jules piensa que Michael no siempre va a querer pedir ese postre tan perfecto. Michael también puede querer comer gelatina. Él sabe que nunca será como la creme broule, pero parece sentirse cómodo con la gelatina. Jules representa esa comodidad, esa frescura. Kimberly, casi asqueada, se pregunta cómo Michael puede preferir gelantina existiendo la creme broule. Y a pesar del asco que le provoca un postre tan berreta, sabe que tiene que dejar la perfección de lado y ser gelatina. Entiende la metáfora y dice Tengo que ser gelatina. Jules no puede creer lo que está escuchando. Se horroriza, levanta la mano y dice esa frase perfecta que quedará para la historia de la comedia romántica: La creme broule NUNCA podrá ser gelatina. Ya saben vecinitas: no fijan ser algo que no son. Algunas de nosotras seremos gelatina. Otras, creme broule. En la variedad está el gusto.
  8. Si amas a alguien. Con esta frase no hago referencia al famoso tema de Sting, sino a la conversación que mantienen estos dos amigos cuando deciden pasar juntos la última tarde de soltería. Jules escucha a su amigo, lleno de ansiedad, a pocas horas de dar el Sí. Hablan del estado civil, de la locura previa a los días del casamiento y también, en ese paseo pluvial, se dicen que Si amas a alguien se lo dices, y lo haces de inmediato, en voz alta. De lo contrario, ese momento pasa de largo y se va. Jules llora en el hombro de su amigo. Está a punto de perderlo y lo sabe. Con su metro ochenta y pico, su cabellera despampanante y todo el glamour del mundo no se atreve a confesarle su amor. Ya saben, si están pensando en hacer una confesión, aprovechen el momento. No terminen como la Roberts, llorando en el hombro de su chico.
  9. Amor-Amistad. Tiene todo. La boda de mi mejor amigo es un combo, un 2x1. Hay amor, amistad, hay una persecución, un intento de detener una boda, nostalgia de historias compartidas con un amigo que está por dar un paso importante en su vida, hay celos y hay reconciliación. En este caso, no aplica el que mucho abarca poco aprieta. La boda tiene todo eso y logra un equilibrio.
  10. Final. No es mi intención spoilear el final, pero incluye a Ruppert Everett. Y hay baile y está bien que así sea. Las penas se sobrellevan mejor bailando con un buen amigo al lado.

La boda de mi mejor amigo es una película de 1997 y su director fue P.J.Hogan

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