05 agosto, 2016

Un libro, un disco y una serie: Modo invierno

Dicen que este invierno fue crudo, húmedo y frío. Y algo de eso hay. Sin profundizar en la cuestión estadística y meteorológica, seguramente, muchos de ustedes habrán sacado del fondo del placard el gorro de lana con pompón, los guantes y la camiseta térmica. Durante las primeras horas de la mañana, habrán jugado como chicos con el humito que sale por la boca y a la noche, al final del día laboral, se habrán premiado con una comida potente, de esas que calientan el cuerpo y el espíritu. Y si no hicieron naaaada de todo eso, todavía están a tiempo. El calendario dice que todavía queda algo así como un mes y medio de invierno. Y antes que se termine, la vecinita vuelve a un clásico de este blog. Pasen y lean!

Un libro, un disco y una serie
Modo invierno

Un libro
Busco un amigo
Mori Ponsowy

Busco un amigo llegó a mis manos en plena época navideña.  Me habían regalado dos libros iguales y uno debía ser reemplazado. Osea, fue producto de un cambio. Uno de esos cambios que salen bien porque sabía que existía esta novela y encaré la búsqueda hasta encontrarlo. Hace un tiempo me había llamado la atención la portada, la contratapa y por supuesto, las primeras hojas que me había encargado de leer a la ligera. En ese momento, supe que el libro de Mori Ponsowy había pasado a formar parte de la lista de libros pendientes de compra.
Busco un amigo fue el primer libro leído este año y se me ocurre que volveré a releerlo antes que termine porque, entre otras cosas, es una lección de optimismo y de humor. Es la historia de Amelia, una chica que bien podría ser nuestra amiga. Tiene treinta y pico, es traductora y está soltera. Le gusta definirse como una persona sensible, atractiva y femenina, amante del vino tinto, los libros, el cine y su casa. Amelia es un buen partido y lo sabe, sólo que debido a su trabajo independiente no suele frecuentar lugares donde pueda conocer a alguien. Entonces, en lugar de anotarse en el típico curso de cocina, Amelia hace algo mucho más valiente: publica un aviso clasificado en el diario de mayor tirada y titula: Busco un amigo. 
Kamikaze como pocas, se enfrenta a una chorrera de mails y de personajes que van de lo convencional a lo freak. Desde un enano a una viejita de geriátrico que quiere seguir la evolución de su proyecto. Desde un músico con un reptil por mascota a un poeta, por sólo mencionar algunas de sus experiencias.
Busco un amigo parodia las comedias románticas que tanto amo, incluye viaje a New York, pero no sólo se centra en la búsqueda de ese amor de película, también se hace un hueco para contar el vínculo amoroso de Amelia con su abuela Enriqueta, una mujer con la que compartió horas de cine, lecturas y salidas. 
Están avisados. Busco un amigo viene a decirnos que, a veces, cuando salimos en busca de una cosa, es posible encontrarnos con otras de igual intensidad, pero distintas. 
Y eso puede ser muy bueno.

Un disco
Mercury Falling
Sting

No hay disco más invernal que Mercury falling y no sólo por las fotos hogareñas color sepia que siempre quedan bien. Y si hablamos de Sting, mucho mejor. Aunque es sabido que Sting va con todo y nada puede quedarle o sentarle mal.
Dejando mi fanatismo de lado, Mercury Falling es el disco ideal para pasar el invierno. Junto con un par de discos más es MI disco. Intimista en todo el sentido de la palabra. Es para reposar, diría, meditar con uno mismo. Menos una, todas las canciones fueron escritas y compuestas por Sting. En aquel momento, Let your soul be your pilot fue el tema de difusión que escuchamos hasta el cansancio. Excepto ese tema, el disco más bien fue anticomercial y por supuesto, poco entendido por los críticos musicales que esperan siempre tener de qué hablar por los siglos de los siglos. Por suerte, esa parte me tocó a mi. Pasaron 20 años desde el lanzamiento de Mercury Falling y para mi nunca pasará de moda. Nunca voy a dejar de amar a Sting cuando canta en francés La belle dame sons regrets, I was brought to my senses o You still touch me, y pensar y sentir lo que él canta allí. Hasta en mis pesadillas, todavía me abrazas.  
Siempre será mi banda de sonido personal. Y Sting, uno de mis favoritos. 
Siempre.

Una serie, LA serie
Stranger Things
Netflix

Steven Spielberg todavía debe estar babeando. Stephen King lo mismo. Y nosotros, en el barrio, con un apellido más modesto y menos conocido que estos dos monstruos que adoramos, todavía no podemos creer lo que nos pasó con Stranger Things. 
Fue amor a primera vista. 
Fue nostalgia.
Fue miedo.
Fue mi infancia. 
Fue ET, Los Goonies, La cosa, Cuenta conmigo y Alien.
Fue un libro gordo de Stephen King comprimido en 8 capítulos que se ven demasiado rápido.
La pregunta del millón es: ¿me puede gustar Stranger Things si no me gusta nada de todo lo anterior? A ver, vecinitos, con una mano en el corazón, les tengo que decir que si fueron niños en los nostálgicos 80, si en un zapping aparece ese extraterrestre que repetía Teléfono Casa y no pueden dejar de verla, si tampoco pueden resistirse a las historias de un grupo querible de chicos que bancan la amistad por sobre todas las cosas, si admiran la obra del Rey King, si quieren volver a escuchar a Toto, The Clash, Joy Division, The Bangles o New Order y recordar la cara sin cirugías de esa mujer un poco olvidada que fue y es Winona Ryder, entonces no pueden dejar de ver Stranger Things
La serie transcurre en uno de esos pueblitos donde nunca pasa nada. Hasta que empieza a pasar. Will es el niño que una noche, después de jugar con sus amigos, desaparece en circunstancias misteriosas. Sus amigos, en bicicleta (detalle no menor), nunca dejarán de buscarlo. Su madre, menos. Sobre todo cuando descubre que puede comunicarse con su hijo a través de la electricidad y es capaz de transformar su casa, triste y gris, en un arbolito de navidad permanente. 
Y no olvidemos, por favor, que Stranger Things es Eleven, esa nena de cabeza rapada con poderes sobrenaturales, capaz de escapar de un laboratorio siniestro, que aparece en la vida de los chicos para cambiarles su realidad y robarnos el corazón. Y el de Mike, también.  
Parece mentira pero sólo pasaron dos semanas del estreno de Stranger Things en Netflix y es trending topic. Todos hablan de la serie de los hermanos Duffer, de 32 años, que según dicen crecieron en los suburbios de Carolina del Norte, alimentados por los libros de Stephen King, las películas de Spielberg y de Carpenter. Ese era su "combustible espiritual", esas historias los definieron y fueron fuente de inspiración. Hoy, con Stranger Things le rinden su homenaje. 
Y ese homenaje es tan sentido, tan nostálgico y está tan bien escrito y dirigido que no nos da bronca cuando vemos una escena que parece sacada de Alien, Cuenta conmigo o ET. Todo lo contrario, se nos pianta un lagrimón. 

Por suerte, la nostalgia tiene un poco más de cuerda. 
Habrá segunda temporada.
Gracias por tanto en tan poco tiempo.

Nos volveremos a encontrar con esta sección en Primavera!
Buen finde, vecinitos!

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