23 agosto, 2017

Mystery Tour Cafetero III: El gato negro

Hoy la vecinita se vuelve clásica y los invita a un mundo de aromas y sensaciones que sobrevive al paso del tiempo en una de las calles más porteñas de Buenos Aires.


Desde 1928, sobre la Avenida Corrientes, entre teatros, librerías de usados y pizzerías existe un café llamado El Gato Negro que nada tiene que ver con el cuento de terror de Poe. Desde hace más de 80 años esta tienda nació como un local dedicado a la venta de especias y hace más de 16 años funciona también como café y lugar de picoteo antes de ir al teatro. 
Fundado por un español llamado Victoriano López Robredo, quien abandonó su carrera de ingeniero para dedicarse a los aromas, sabores y mística del comercio heredado por su padre, dedicó gran parte de su vida al estudio de las especias y al desarrollo de las distintas combinaciones que sus sucesores se encargan de mantener vigentes a través de las generaciones.
Los invito a visitar un lugar declarado de interés cultural y bar notable de Buenos Aires.

Pasen y lean!

Mystery Tour III
Hoy:

El Gato Negro

  • Cuestiones generales. Según el Gobierno de la Ciudad, para que un bar, billar o confitería sea declarado "notable" debe estar relacionado con hechos o actividades culturales de significación y su antigüedad, diseño arquitectónico o relevancia local debe otorgarle un valor propio, según lo expresa la Ley de Protección y Promoción de los Cafés.  El Gato Negro aplica en cada una de estas categorías, si se quiere, pero más allá del cartel de bronce en la puerta - bien merecido - es uno de los lugares más lindos de esta ciudad. A continuación, algunos detalles a tener en cuenta.
  • El ambiente. Un mostrador de roble que más de uno ya quisiera tener en su casa, una colección de frascos y frasquitos con especias desde las más tradicionales hasta las más exóticas, hebras de té rojo, negro, verde y otras combinaciones, productos gourmet, frutas secas, repostería y latas de distintos colores y tamaños con el logo del gatito negro sentado con su moño rojo alrededor del cuello, las arañas de bronce, las mesas circulares chiquitas y las clásicas sillas Thonet. Todo es adorable en El Gato Negro. Aquellos que valoramos los detalles preciosistas, sentimos un amor especial por este almacén elegante entre tanto teatro de revista, muzza, moscato y fainá. Sin duda, uno de esos reductos bohemios que, por suerte, todavía persisten en la ciudad. 
  • La atención. Acá nada de camareros. Mozos y con todas las de la ley. Llevan el famoso chaleco rojo y moñito al cuello. Hermoso. La atención es correcta, rápida y esmerada.
  • El público. No importa la hora, siempre habrá gente en El Gato Negro. Amigas que se encuentran a tomar un café de paso, hombres de traje que almuerzan tarde, gente de teatro y muchos turistas que llegan, mapa en mano, y esperan una mesa después de patear una de las avenidas emblemáticas que definen la argentinidad al palo, como diría la canción.
  • La comida. No vayan a creer que El Gato Negro sólo sirve pocillos o americanos. La carta del lugar es amplia e incluye lomitos, picadas, ensaladas, sanguchitos gourmet y algunos clásicos. Sin embargo, en cuanto a la patisserie, elegimos una magdalena de curry y frutos rojos que no estaba a la altura de lo deseado. De todas formas, este detalle no invalida la visita. El menú es amplio y vale la pena seguir apostando.
  • Los precios. En diagonal al Gato Negro hay una gran cadena norteamericana de café servido en vasos biodegradables, donde prepararan el café según tu elección y te llaman por tu nombre, apodo o como gustes. Venden rosquillas, diría Homero Simpson, y suelen tener sillones muy cómodos. No tengo nada en contra de esta cadena, de hecho, según la ocasión resulta cómodo y simpático tomarse un café con gusto a jarabe y una dona para hacer la gran Homero, pero convengamos que no es un plan tentador (ni sano) teniendo a pocos metros una institución porteña. Se que en la variedad está el gusto pero por favor, un poco de respeto. Quédense con el café del Gato.
  • Detalles que me gustaron. Saltan a simple vista y los mencioné en el punto Ambiente. Quiero ese despacho de especias en mi casa y muchas latitas de ¡gatos! Detalle no menor: las latas se venden y se puede elegir el té a gusto. Un lujo propio de la vecinita.
  • Detalles que no me gustaron. La magdalena! Perdón, otra vez será.
  • Volvería? Siempre hay una buena excusa para volver a un lugar como El Gato Negro.
  • Lectura elegida. No van a creerlo, pero ni bien me senté escuché de fondo la obertura de La Traviata. Nunca más apropiado terminar de leer La dama de las camelias, un libro tan romántico como cada detalle del Gato Negro. (Si quieren repasar lo ya dicho sobre el libro de Alexandre Dumas, vayan ACÁ).  
  Nos vemos el próximo mes con más cafecitos!

El Gato Negro: Avenida Corrientes 1669
Nota: Pasen por la página! Hay un recetario disponible para bajar en pdf. Tan lindo como el mismísimo café.

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